Porque viven de las sobras.
Carroñeras y delicadas.
Las rosas se pudren o se secan y huelen a todo aquello que se quiso que fueran y no llegaron a ser. Saben a fracaso y a contrabando de perdones, a chantajes de naïve absurdidad.
Dame orquídeas y no rosas.
Crecen fijas en un árbol, jamás formarán parte de un ramo.
Regálame un parásito, una infección intestinal, un mordisco en las entrañas o un sarpullido corporal.
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