5.26.2012

La ameba que apostaba a no ganar

Seamos honestos, en la prehistoria ni tú ni yo seguiríamos vivos.
Alguna infección o alguna enfermedad de lo más mainstream hubieran acabado ya con nosotros.
O esos cabezazos tan nuestros, tan inhábiles, hubieran hecho que fruto de un mal buen aire ninguno de nosotros se tambaleara a éstas alturas de la historia por aquí.


No nos engañemos, tampoco es que seamos ningún prodigio de la casualidad, ni que podamos hacer parangón de nuestra suerte.
Somos producto de éste tiempo y víctimas de Él. A Él debemos nuestra supervivencia, nuestros envases y envoltorios, sus tan nuestras prótesis y móviles, medicamentos y vacunas, el casi extinto sistema de bien-estar y la extracción en serie de muelas del juicio.


Quizá la selección natural nos hubiera hecho un favor matándonos hace años. Quizá hubiéramos sido más felices. No habría que sufrir dolores de espalda, las alergias que cada día van a peor, envejecer sin sentido, ajamonarse y contestar al móvil.


Quizá solo somos la broma de mal gusto que la endogamia y lo que se hace llamar desarrollo le jugaron a Darwin.

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